La Haute Couture (Alta Costura) es un sistema de producción y comunicación de la moda femenina, nacido en la segunda mitad del siglo XIX en París, estrenando la figura del couturier, un individuo que ‘crea’ vestidos envolviendo con tejido el cuerpo femenino (moulage), sin recurrir necesariamente al dibujo y de una manera casi artesanal, para vestir a medida a las mujeres.
El padre de la Alta Costura fue Charles Frederick Worth, un inglés establecido en París, que en 1858 abrió una Maison Spéciale de Confections en el 7, rue de la Paix. En 1868 la casa Worth estaba inscrita en el Anuario del comercio como Novedades confeccionadas, y fue en ese mismo año cuando se creó el primer organismo regulador entre costura y confecciónn, la Chambre Syndicale de la couture et de la confection pour dames et fillettes. Fue a partir de 1870 cuando aparece por primera vez el concepto de couturier, que Worth utilizará a partir de entonces en sus facturas.
En aquella época la Revolución Industrial había consagrado la confección seriada, destinada a ser vendida en los grandes almacenes para el consumo de las clases medias y bajas, y que estaba compuesta por prendas de vestir y laborales que no variaban al ritmo de las novedades. En cambio, la costura de calidad se vinculaba a las clases altas, que se hacían hacer la ropa a medida.
El concepto de Alta Costura como tal apareció en 1911, cuando la costura se separó definitivamente de la confección, convirtiéndose en una profesión autónoma, reglamentada por un nuevo organismo, la Chambre Syndicale de la couture parisienne, que elaboró un reglamento en le que se definía una casa de Alta Costura como una “empresa cuya actividad consiste en crear modelos femeninos con el fin de venderlos a una clientela de profesionales, derecho de reproducción incluido, reservándose la facultad de repetición de estos modelos para una clientela privada”.
Además de la Haute Couture, existía también la Moyenne Couture, inspirada en la primera, con clientas privadas y compradores profesionales que buscaban modelos más simples; y la Petite Couture, la de las costureras de barrio, que vestían a sus clientas a medida.
En su época de esplendor, la Alta Costura tenía dos categorías de clientes: las clientas particulares y los compradores profesionales (buyers). Las clientas particulares han ido decreciendo con los años, pasando de unas 20 000 en los años Cuarenta a unas 200 en la actualidad. Los buyers eran en su mayoría compradores de grandes almacenes norteamericanos, pero también confeccionistas con distribución propia, que asistían a los desfile para comprar patrones y glasillas, que después, una vez en sus países de origen, reproducían y modificaban para abastecer sus mercados de prendas industrializadas.
Para entender la importancia de esta industria de la moda, hay que comprender que el único referente de la moda, desde 1858 hasta la década de los años Sesenta, fue la Alta Costura. No existía moda fuera de ella, y por esta razón, las colecciones de los couturiers oscilaban entre los 100 y 400 modelos, ya que debían cubrir todas las ocasiones de uso de una mujer -y no sólo los vestidos de ocasiones especiales-, debiendo tener en cuenta la tipología de sus clientas. Este número de modelos, impensable hoy, fue disminuyendo a medida que el prêt-à-porter de lujo -firmado muchas veces por los mismos nombres que la Alta Costura- fue ganando importancia.
En la actualidad, el organismo encargado de regular la Haute Couture es la Federation francaise de la couture du prêt-à-porter des couturiers et createurs de mode (www.modeaparis.com), creado en 1973, y presidido por Didier Grumbach.
La etiqueta Haute Couture es una denominación jurídicamente protegida, y sólo tienen derecho a utilizarla una lista de empresas que una comisión del Ministerio de Industria francés revisa cada año, que reúnen ciertos requisitos, que, en la actualidad, son:
- Emplear a un mínimo de 20 trabajadores a tiempo completo en un taller propio en París.
- Realizar la ropa a medida y ciertas tareas a mano (costuras y bolsillos hilvanados, acabados de forros y cuellos).
- Desfilar dos veces al año en el calendario oficial (enero y julio).
- Presentar un mínimo de 35-40 modelos cada temporada.
Desde 1997 existen tres categorías de empresas de Alta Costura: los Membres Haute Couture, que son miembros de la Chambre Syndicale de la Haute Couture y cumplen a rajatabla los requisitos antes mencionados; los Membres Correspondants, extranjeros, que los cumplen todos excepto el tener el taller en París, ya que lo tienen en su país de origen; y los Membres Invités, que no forman parte de la Chambre Syndicale, pero han sido invitados por votación de su Comité de Dirección, rebajando alguno de los requisitos, a la espera de que, pasado cierto tiempo desfilando, y también por votación, puedan acceder a una de las dos categorías anteriores.
En la actualidad, desfilar en la Alta Costura ha dejado de ser rentable a nivel de venta de vestidos, pero sí lo es a nivel de repercusión mediática, con sus consecuencias en la venta de productos licenciados y relacionados con las marcas que desfilan. En la gran mayoría de los casos, la Alta Costura representa menos del 5% de las ventas anuales.
Pero la rentabilidad de la Alta Costura no sólo puede medirse en beneficios tangibles para las maisons, la Haute Couture es patrimonio del ‘Made in France’, una marca global y estratégica para el país, convirtiendo París en el referente de la moda francesa a nivel mundial.